En el ámbito de la nutrición, a menudo se tiende a señalar con el dedo a las grasas presentes en las carnes, generalizándolas como saturadas y, por ende, poco saludables. Sin embargo, es momento de desterrar este mito, centrándonos en las grasas que se encuentran en la carne y la piel del pollo, para abrirnos a la posibilidad de preparar platillos más sabrosos y nutritivos.

EL PAPEL DE LAS GRASAS
Dentro de los macronutrientes que componen nuestra dieta diaria —hidratos de carbono, proteínas y grasas—, las grasas destacan por su alta densidad calórica. Aportan más del doble de calorías por gramo en comparación con los hidratos de carbono o proteínas. Esta característica no es ni buena ni mala en sí misma, sino que debe ser considerada según nuestros objetivos nutricionales.
Las grasas desempeñan roles esenciales, como mantener la salud de las membranas celulares, producir intermediarios en procesos orgánicos, regular el metabolismo del colesterol y transportar vitaminas liposolubles (A, D, E y K). Además, proporcionan palatabilidad a los alimentos y actúan como aislantes térmicos, conservando la humedad y evitando que la carne se seque durante la cocción.
Dentro de las clasificaciones de grasas, encontramos las indeseadas grasas trans, asociadas a riesgos cardiovasculares. Por otro lado, las saturadas, presentes en lácteos y carnes, deben consumirse con moderación. No obstante, en el pollo, solo un tercio de las grasas son saturadas.
GRASAS SALUDABLES DEL POLLO
El pollo es rico en grasas insaturadas, consideradas cardiosaludables. Estas incluyen las poliinsaturadas, que aportan ácidos grasos esenciales como omega 6 y omega 3. Mientras los omega 6 ayudan a reducir el colesterol LDL, los omega 3 contribuyen a la salud cardiovascular.
Es crucial mantener una proporción equilibrada entre omega 6 y omega 3, buscando un ratio de aproximadamente 5:1. Además, las grasas monoinsaturadas, presentes en alimentos como aceite de oliva y frutos secos, han demostrado reducir el colesterol LDL y aumentar el colesterol HDL, convirtiéndolas en las «grasas estrella.»
POLLO: UN ALIADO NUTRITIVO Y SABROSO
La carne de pollo, incluso con piel, aporta cantidades moderadas de grasas, siendo más del 30% de estas monoinsaturadas. La piel del pollo no solo mejora la jugosidad de la carne, sino que también realza su sabor, convirtiéndola en una aliada culinaria.
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